Dominican Cinema

Camino a Higüey (Critica)

Las costumbres religiosas son interesantes. Sea uno creyente o no, siempre está la curiosidad de porqué existe una cultura de realizar una actividad religiosa y del porqué las personas participan. Empero, el cine religioso no es nada interesante en la mayoría de los casos. Sobre todo, cuando la película parte de una premisa religiosa, pues por lo regular se convierte en un bombardeo panfletario de cómo la vida es mejor creyendo y de como tú, como audiencia, debes salir del cine creyendo en lo que se te ha presentado en pantalla. Por suerte, “Camino a Higüey” es más el retrato de una cultura que un panfleto religioso.
El documental, dirigido por Abinadab Alberto, retrata el culto realizado por una población de Bayaguana y su caminata de cientos de kilómetros hacia la Basílica de Higüey. El filme también cuenta tres historias sobre el amor: dos del amor en pareja y uno del amor de madre e hija.
Alberto logra captar lo necesario de los testimonios de cada uno de los personajes que tiene frente a cámara para poder tener una narrativa visual concreta sobre el tema. El director tiene claro el tiempo que debe dedicarle a cada uno de sus personajes para que sus historias no se pierdan y creen la empatía necesaria en una audiencia, sea esta creyente o no. No hay una preocupación ni una intención más que contar estas historias y es allí donde el documental brilla. Ni el director ni la producción tienen motivos alternos más que retratar la cultura de esta devoción por la virgen María, -porque estas personas creen- y hacer una especie de paralelismo entre esta devoción y lo que se conoce masivamente como amor.
Sin embargo, es en el montaje donde “Camino a Higüey” encuentra su talón de Aquiles. Al inicio, junto con la mezcla de audio, pareciera más una película de acción. Es hasta que vemos los primeros testimonios en pantalla que el filme toma el paso que identifica su historia. También el paralelismo sobre el amor con la encantadora historia de una pareja con más de 50 años de relación y la historia del matrimonio del comediante Carlos Cordero, un ateo que, por amor, cedió a casarse por la iglesia.
Ambas historias describen la devoción que se siente por una persona, la misma (o mayor) que se siente por la virgen de la Altagracia. Pero este paralelo lo crea uno como audiencia, porque no está adecuadamente transicionado entre una historia y otra. Es solo la relación madre e hija, por el “sacrificio” que la madre hace de ir a pedirle a la virgen más tiempo con su hija.
“Camino a Higüey” sobrepasa probablemente los 70 minutos. Es una película que no abusa de su estadía y está bastante claro lo que quiere contar. A pesar de sus fallas, que son pocas, el documental de Alberto deja muy claro que los documentales dominicanos serán siempre mejor que la media del cine local. Léase, cualquier documental ha probado ser mejor que la mayoría de los largometrajes de ficción que se estrenan en las salas de cine.
 
Escrito por Orlando Santos, Fuente: CineDominicano

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