Dominican Cinema

Colao (Critica)

En la opinión popular, el cine dominicano tiene más puntos negativos que positivos. Todavía es difícil eliminar el estigma de que lo dominicano, en cuanto a cine, es malo. Uno de los principales porqués tiene que ver con qué pasa cuando producciones populares intentan emular la fórmula gringa o deciden explotar una que ya ha funcionado dentro de nuestra industria.

Colao es un ejemplo de esto, y de cómo el cine local continúa maltratando el subgénero de la comedia romántica.

La opera prima de Frank Perozo fue una película pre-producida, rodada, post-producida y estrenada en unos pocos meses, y eso es lo principal que se nota en pantalla. Una sobredosis de tomas aéreas de Santo Domingo y un recuento de lo ya mostrado en el tercer acto de la producción establecen la pobreza visual de una historia que no tenía lo suficiente, en ningún rasgo narrativo, para cubrir sus casi 90 minutos de duración.

El guión, y por consiguiente los diálogos, dejan mucho que desear. Las historias pequeñas y simples son encantadoras, pero también pueden ser una de las más difíciles de narrar, requiere de la sutileza de los diálogos y las actuaciones para contar lo suficiente para convencer a la audiencia.

En este caso lo reiterativo, algo que venimos criticando del cine popular dominicano, es la principal arma de narración de la historia. Otra característica mal utilizada es la elipsis; el paso del tiempo, específicamente durante el montaje de la evolución de la relación de los personajes principales, aparenta ir de una noche, a varios días hasta que el personaje confirma que a penas a pasado un fin de semana. Este ha sido un error común que recientemente vimos en “Patricia el regreso del sueño”.

Por su lado, las actuaciones no pasan de la regularidad. Manny Pérez, como Antonio, continúa haciendo lo mejor que puede con lo poco que le dan. Aunque no es similar a su esfuerzo en “Loki 7”, aquí es el que mantiene la autenticidad gracias, tal vez, a estar interpretando un personaje cibaeño.

El resto del elenco sufre por la mezcla de un pobre desarrollo de personajes, dirección e interpretación. Miguel Céspedes y Raymond Pozo buscan encontrar un punto medio entre la comedia popular y una “más fina”, logrando en raros momentos la simpatía requerida para este tipo de películas.

Céspedes y Pozo son también víctimas de la característica sobre-utilizada de romper la cuarta pared. Esta técnica la vimos por primera vez en el cine local en “Perico Ripiao” con Pancho Clisante como narrador y luego en “¿Quién manda?” con Frank Perozo como el protagonista. En ambas películas funciona porque Clisante aparece como un separador de capítulos en un filme claramente inspirado por “O brother where art thou?” de los hermanos Coen, y en el otro es un personaje que intenta darle clases de conquista a la audiencia hasta que se enamora y deja de interactuar con ella. En “Colao” esto intenta ser TODO: un separador de capítulos, alivio cómico, exposición de dos personajes que no son los protagónicos, y lo que logra al final es un intento forzado de provocar la risa de la audiencia.

Es también un ejemplo, al igual que con las toma de drones, de cómo el cine popular dominicano ve algo que le gusta y lo explota hasta el hastío.

La principal preocupación que trae una producción como “Colao” es lo normalizado que está ya presentar “películas” desde una proyección de comerciales de marca. Recuerda a ejemplos tan despreciables como las “Lotoman” y “Vamos de Robo”, por nombrar algunas. [Lo destacable en este caso de “Colao” es que -considerando el nombre y la especialidad de su personaje principal- extraña no hubiese una marca de café en el medio de todo esto].

En fin, “Colao” es una producción con ideas muy anticuadas, con tendencias de anuncios de televisión, con traiciones claras a un personaje presentado de una forma que luego, de la nada, cambia [de la misma forma que el personaje principal en “Patricia, el regreso del sueño”] y que busca copiar y/o inspirarse en técnicas narrativas y visuales utilizadas por películas previas que no van con la historia que intentaba contarse aquí.

El consuelo de muchos es que: “hay peores”; el de otros, incluso de algunos de los responsables, es que “es un ejercicio”. Es importante destacar que estos “ejercicios” y anuncios de marcas le cuestan millones al erario y luego cientos de miles en precio de entrada.
 
Escrito por Orlando Santos, Fuente: CineDominicano

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