Dominican Cinema

Flor de Azúcar (Critica)

En general -y hasta prueba en contrario- el cine y la literatura dominicanos no han tenido una buena relación. Podemos hasta decir que el primero vive de espaldas a la segunda cuando -a juzgar por la experiencia del quehacer fílmico fuera de nuestra isla- pudiera ser una de las principales razones por la que las películas de calidad en nuestro cine son mucho menos [aunque, no nos llamemos a engaños, la cantidad supera la calidad en el mundo entero].
La obra de Juan Bosch debiera ser una de las mayores fuentes de inspiración para un medio como el cine. Sus obras, que reflejan la idiosincracia de una época de la historia dominicana, son tan perfectamente narradas que gritan ser interpretadas audiovisualmente. No sólo eso, las obras de Bosch son tan extraordinarias que pudieran ser interpretadas incluso en tiempos actuales.
Por ejemplo, todavía muchos consideran pertenecer a un partido político como “entregar su cabeza”, y en muchos ámbitos laborales, “Los Amos” mantiene una vigencia increíble. A pesar de esto la película “Flor de Azúcar” -una supuesta adaptación libre de “La nochebuena de Encarnación Mendoza”- no es, ni una buena representación de la obra de Juan Bosch ni mucho menos una buena película.
La presencia de Bosch en el cine dominicano se ha sentido especialmente en los cortometrajes, con adaptaciones de “La mancha indeleble”, un extraordinario corto por Francisco Montás; “Dos pesos de agua”, el cual fue uno de los primeros trabajos por Alexander Viola y “Los Amos” de Peyi Guzmán, para mencionar algunos.
En todos estos cortometrajes se destaca el esfuerzo de interpretar la obra con lo poco que se tiene [“Dos pesos de agua”], explotar lo más que se puede el tono artístico [“La Mancha Indeleble”] o ser lo más literalmente fiel posible [“Los Amos”]. “Flor de Azúcar” no es nada de esto y termina siendo un panfleto religioso ridículo con hermosos paisajes, cual comercial del Ministerio de Turismo.
El principal problema de “Flor de Azúcar” son realmente dos: su edición y su guión. En el afán de expandir sobre el cuento de Juan Bosch, Fernando Báez crea situaciones y personajes que nada tienen que ver con la historia que cuenta y terminan siendo claramente pegotes que sirven para expandir su “película” por una hora y media más.
Es palpable el interés de Báez en destacar la bondad de Samuel Mendoza [Héctor Aníbal] pero no es suficiente para crear una empatía real como la elaborada con la sutileza que se destacan en los cuentos de Bosch. Sin contar que, de nuevo, un personaje interpretado por Aníbal sufre una vil traición por su director y creador.
En “Locas y Atrapadas” de Alfonso Rodríguez, el personaje de Aníbal es el hombre más bondadoso del mundo hasta el momento en que, de una escena a otra, se convierte en el personaje más atroz de toda la película. En esta ocasión -intentando narrar la historia de un hombre que busca regresar con su familia aunque le cueste la vida- cuando a Samuel Mendoza están a punto de matarlo y le dicen que aquí termina su viaje, un hombre que se ha presentado como devoto de su familia, exclama que no, que su viaje ahora es que iniciará porque se irá al cielo. Más panfletero y absurdo no se podría ser.
La historia que plantea Báez va de presentar otra mujer y otra niña como una especie de tentación para Mendoza. De historias sobre un pescador que muere en la presencia de su hija, de una pareja haitiana que cruza la frontera, de un constante ruido sobre la dictadura de Trujillo a uno de los discursos más asqueantes, pesados y peligrosos sobre la relación dominico-haitiana que -repito- nada tiene que ver con la historia que intenta contar el mismo Báez y que nada tienen que ver con “La nochebuena de Encarnación Mendoza”.
El montaje, el audio y la fotografía complementan el bodrio en el que minuto a minuto se va convirtiendo “Flor de Azúcar”. Parece no haber existido una pauta en cuanto al montaje de la película, el doblaje está fatal y continúa demostrando que es uno de los talones de Áquiles del cine local. Aunque se pudiera debatir “lo lindo” de la fotografía, el departamento de cinematografía está más preocupado en hacer tomas aéreas que no aportan nada a la historia que tener una coherencia visual. En fin, “Flor de Azúcar” se concentró en mostrar todos los dotes de producción que tenía (equipos, locaciones, talento de actuaciones) y no saberlos usar.
El tope de la ridiculez de semejante pieza llega cuando -en un enfrentamiento entre Mendoza y un policía- el protagonista lanza una trompada al estilo de las vaqueradas de hace cincuenta años enviando al policía por los aires hasta caer sobre una mesa. Y la rompe. Y muere. Y como si esto fuera poco, alguien fuera de cámara exclama: “¡Ay, lo mató!”.
“Flor de Azúcar” es de las peores películas que se han realizado en este país. De la misma forma lo es la película anteriormente realizada por Báez, “El Rey de Najayo”, y películas como “María Montez”, “Biodegradable”, “El teniente amado” y “Oro y Polvo”. ¿Por qué? Porque es tan palpable la prepotencia de estos filmes al concentrarse en querer destacar sus valores de producción, aunque la historia presentada en pantalla sea retardada, de mal gusto y un desorden incoherente sin salvación alguna.
 
Escrito por Orlando Santos, Fuente: CineDominicano

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